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Misofonía: ruidos, zumbidos y vibraciones en casa que la pueden convertir en una cárcel

“Estoy atrapad@. No puedo dejar nunca de escucharlo. Siempre va a ser igual. ¿Nadie más lo oye o qué?”

Si vives con misofonía, estas frases no son solo pensamientos pasajeros: son ecos mentales constantes que pueden alimentar un autoconcepto basado en “el tiquismiquis, el exageradx” así como afectar en gran medida a tu estado de animo.

No hablamos de simples molestias. Hablamos de una forma de sufrimiento invisible y aún muy poco reconocido, que puede convertir los espacios más íntimos —tu casa, tu cama, tu salón, en auténticas “cárceles” sonoras.

Especialmente, teniendo en cuenta que los sonidos que más te alteran provienen de donde se supone que deberían sentirse segurxs: tu casa.

La misofonía NO se trata de un problema con los ruidos fuertes o repentinos. Es algo más sutil, más íntimo, más corrosivo, incluso puede darse con el zumbido constante de la nevera, un ventilador vibrando, un golpeteo de tuberías, el tic tac del reloj. Son sonidos que para la mayoría pasan desapercibidos, pero que para ti pueden significar un auténtico infierno diario.

Pero empecemos por el principio:

¿Qué es la misofonía y por qué ciertos sonidos se convierten en una amenaza?

La misofonía es una condición neurofioslógica en la que ciertos sonidos provocan respuestas emocionales intensas e involuntarias, como ira, ansiedad, angustia o desesperación. Aunque aún no está clasificada oficialmente como un trastorno en los manuales clínicos, investigaciones recientes han legitimado su existencia y la intensidad con la que se vive:

📚 “La misofonía no es una reacción exagerada. Está asociada a una hiperconectividad entre el sistema auditivo y las regiones cerebrales responsables del procesamiento emocional, como la ínsula.”

Hipervigilancia sonora:

Una de las características más desconcertantes de la misofonía es la hipervigilancia auditiva: una activación constante del sistema nervioso ante determinados sonidos.

No se trata solo de que los oigas, sino de que tu atención se queda enganchada en ellos. Tu cuerpo reacciona como si estuvieras en peligro: aumenta tu ritmo cardíaco, se tensan tus músculos, te cuesta respirar con normalidad, y tu mente no puede desconectarse del sonido.

En palabras de quienes lo viven:

“Siento como si el sonido me atravesara y se quedara dentro de mi cabeza.”
“Mi cuerpo entra en pánico aunque racionalmente sé que no pasa nada.”
“No me puedo relajar ni siquiera cuando estoy solx. Si ese ruido no para de sonar, mi cabeza tampoco.”

Si sufres misofonía sonidos como las vibraciones o zumbidos pueden suponer una tortura

Muchas personas con misofonía describen su hogar como un “campo de minas” sensorial. El ruido del camión de carga y descarga de enfrente, los vecinos caminando, el sonido de un zumbido eléctrico que no sabes de donde sale, una vibración…

 Por eso el impacto emocional es tan fuerte. Porque lo que debería ser refugio se convierte en amenaza. El lugar en el que deberías sentirte a salvo, sientes que ha sido totalmente “invadido” por algo de lo que no se puede escapar.

📚 “El impacto de la misofonía en la vida diaria puede ser devastador. Muchas personas alteran sus rutinas, relaciones y hábitos para evitar los estímulos sonoros.”

El peso emocional de sentirse incomprendid@

Uno de los mayores dolores de la misofonía es la soledad. Porque cuando cuentas lo que te pasa, muchas veces recibes respuestas como:

  • “No lo pienses.”
  • “Ignóralo.”
  • “No es para tanto.”
  • “¡Eso ni se oye!”

Y esa incomprensión duele más que el sonido. Porque invalida tu experiencia. Porque te hace dudar de ti mism@. Porque te hace sentir que estás “desesperado” por algo que los demás ni siquiera notan.

Pero no estás exagerando. Y no estás solx.


Misofonía: ¿Qué puedes hacer cuando no puedes apagar el sonido?

 

Sabemos que no puedes silenciar una nevera, una vibración o un tic sin meterte en una reforma absurda o en denuncias varias (y que no es la solución, créeme).

Pero sí puedes empezar a recuperar algo de poder desde dentro de ti.

Aquí no hablamos de soluciones mágicas ni de “técnicas milagrosas”. Hablamos de hacer un proceso de terapia que te permita, manejar tu cabeza para poder habitar tu cuerpo y tu espacio con más seguridad.

🌀 1. Reconocer tu experiencia como válida

Esto es real. Lo que sientes tiene base neurológica. Deja de pensar que eres “demasiado sensible” o que “te lo estás inventando”. El primer paso para regularte es dejar de luchar contigo mismx.

🌬️ 2. Aprender a calmar tu sistema nervioso

Tu cuerpo está en modo ataque. Y no se le puede pedir que “razone” si antes no se le ayuda a bajar la activación. Respiraciones profundas, movimientos suaves, pausas conscientes, contacto con algo agradable (una textura, una temperatura, una imagen)…
Son pequeños gestos, sí (y no, no son parches mágicos tampoco). Pero pueden marcar la diferencia entre ahogarte o sostenerte.

📚 “Técnicas de regulación emocional como la respiración consciente han demostrado ser útiles para personas con reactividad sensorial elevada.”
(Schröder et al., 2013 – Frontiers in Human Neuroscience)

🔁 3. Salir del bucle mental de anticipación

Uno de los mayores enemigos es el pensamiento anticipatorio: “Va a sonar otra vez”, “No voy a poder dormir”, “Esto nunca va a parar”.
Este bucle activa aún más el estrés. Por eso, aprender a entrenar la atención (por ejemplo) puede ayudarte a hacer un proceso consciente y controlado.

💬 4. Ponerle palabras a tu malestar

Muchas veces, lo que más ayuda es hablar. Contarlo. Escribirlo. No para que los demás entiendan (aunque ojalá), sino para que tú te escuches a ti mism@. Validarte y darle lugar a tu malestar

Hay vida con misofonía. Pero no desde el castigo

La misofonía no se cura con “buena actitud” ni desaparece ignorándola.

Pero se puede aprender a vivir con ella desde un lugar menos solitario y menos violento.
Desde un vínculo más amable contigo, con tu cuerpo y con tu sistema nervioso.

En www.celiamisofonia.com seguimos creando espacios para que puedas sentirte acompañadx, comprendidx y fortalecido/a.

Porque no se trata solo de “tolerar sonidos”. Se trata de recuperar tu espacio, tu paz interna y saber manejar tu mente para que no sea ella, quien condicione tu vida.

¿Quieres saber más sobre nuestro tratamiento para la Misofonía? ¡HABLEMOS!