¿Qué es la misofonía?
La misofonía es una alteración neurológica caracterizada por una intensa respuesta emocional automática ante ciertos sonidos. No es un problema de audición, sino de procesamiento: nuestro cerebro interpreta esos ruidos cotidianos (masticar, respirar fuerte, ladridos, teclear, etc.) como amenazas, desatando ira, ansiedad e incluso respuestas físicas de estrés. En otras palabras, la misofonía es una forma extrema de hipersensibilidad auditiva. A veces se le llama “fobia a los sonidos” o incluso “trastorno del sonido”, pero en realidad no es una fobia irracional, sino una respuesta emocional y fisiológica real del Sistema Nervioso Central ante la interpretación de ciertos estímulos auditivos.
En este artículo, te explicaré con detalle qué es la misofonía, cómo reconocer sus síntomas, cuáles pueden ser sus causas y cómo puedes manejarla desde tus propios recursos internos. Te compartiré experiencias reales extraídas de las cientos de personas que acuden a nuestro centro y consejos prácticos para que sepas que no estás solo/a. Si ya conoces algo de este tema, quizá quieras revisar también mi artículo Descubre si tienes misofonía sobre criterios clínicos y signos claros de este trastorno.
¿Qué NO es la misofonía?
La misofonía no es un “trastorno de audición”, sino una alteración neurológica. Se ha descrito como un cuadro en el que el cerebro de la persona reacciona de forma desproporcionada a sonidos inofensivos. Más concretamente, la misofonía es una condición neurofisiológica en la que ciertos sonidos cotidianos (…) provocan en quien la sufre una reacción intensa e involuntaria, percibida como automática e incontrolable”.
Esto significa que, ante el ruido, los sistemas cognitivo, emocional y fisiológico se disparan al mismo tiempo.
Naturaleza neurológica
Aunque aún no existe un consenso definitivo sobre su origen, las evidencias apuntan a factores neurológicos. Por ejemplo, estudios de neuroimagen muestran que, al escuchar un sonido detonante, se activa intensamente la ínsula anterior (área cerebral relacionada con las emociones, y la percepción de empatía).
Esa hiperconectividad explica por qué tu cerebro interpreta inmediatamente el chasquido de un bolígrafo, la respiración, el ruido de los vecinos, o el tic-tac del reloj como una amenaza a la que hay que responder con alerta.
En resumen, no es tu culpa ni locura: tu sistema nervioso está condicionado para reaccionar con ira, miedo o estrés ante ese estímulo.
Respuesta emocional al sonido
La clave de la misofonía es precisamente la respuesta emocional descontrolada.
Los sonidos disparadores no tienen por qué ser fuertes; lo sorprendente es la reacción que provocan. En la práctica, al oírlos sientes un intenso odio o rechazo. “Se caracteriza por una aversión extrema y una respuesta emocional descontrolada a ciertos sonidos comunes”. En otras palabras, y como yo digo “tu mente pasa de 0 a 100 en milisegundos: sientes rabia, ansiedad o asco automáticos”. No solo te molestan los ruidos de fondo normales; te enciendes.
Por ejemplo, podrías estar leyendo en tu habitación cuando alguien empieza a teclear, o tranquilamente en el sofá cuando empiezas a escucharle tragar. Para ti, el tecleo o ese sonido de tragar agua, aparentemente inofensivo desencadena una oleada de irritación y tensión. Tu pecho se acelera, los músculos se tensan y ya estás deseando que termine ese sonido.
Es importante entender que no es algo que eliges, sino una reacción automática e intensa. Incluso antes de que se produzca el sonido puedes sentir ansiedad anticipatoria (el cuerpo ya se prepara para la “amenaza”)

Síntomas de la Misofonía
La misofonía se manifiesta de forma multidimensional. Normalmente verás síntomas físicos, emocionales y conductuales interconectados:
Reacciones físicas: Tu cuerpo reacciona al instante. Sientes palpitaciones (taquicardia), respiración agitada, sudoración y tensión muscular, sobre todo en la mandíbula, cuello o pecho. En cuestión de segundos el cuerpo entra en estado de alerta, como si estuviera ante un peligro real.
Respuestas emocionales: Inmediatamente irrumpen emociones extremas. Es común sentir ira intensa, frustración o una ansiedad abrumadora. Muchas personas experimentan también asco o deseos de “odiar” al emisor del sonido. Esto puede acompañarse de pensamientos de culpa o confusión (“¿por qué me pasa esto?”)
Conducta de evitación o huida: La urgencia de alejarte es frecuente. Aparece una necesidad casi imperiosa de escapar o detener el sonido. Por ejemplo, podrías levantarte abruptamente de la mesa en medio de una comida o buscar cualquier excusa para salir de la sala. También es habitual anticipar el malestar: evitas activamente situaciones (comidas familiares, entornos ruidosos, reuniones, o tu propia casa a determinadas horas) donde imaginas que puede ocurrir el detonante. Este comportamiento de evitación es un intento natural de protegerte del malestar que trae la misofonía.
En definitiva, la misofonía puede condicionar muy rápidamente tu bienestar diario. Como lo describe un paciente: “En cuanto escucho ese sonido, todo mi cuerpo se pone en tensión, como si me fueran a dar una puñalada inminente”. Es una reacción automática, no un capricho. Lo esencial es reconocer estos síntomas. No estás exagerando: tu sistema nervioso de verdad está “desregulado” ante ese estímulo.
¿Qué causa la misofonía?
No existe una única causa definitiva, pero la investigación actual sugiere una combinación de factores:
Factores neurobiológicos: La evidencia señala que la misofonía tiene una base neurológica. Se cree que ciertas conexiones cerebrales (por ejemplo, entre el sistema auditivo y las regiones emocionales) están hiperactivas. Podría tratarse de “una condición neurológica” donde escuchar el ruido activaría de inmediato zonas de estrés en el cerebro. En la práctica, esto significa que estás predispuesto/a a reaccionar con más intensidad por cómo se entrenaron tus redes neuronales auditivo-emocionales.
Aprendizaje y experiencias previas: Los ruidos problemáticos a menudo se asociaron con experiencias molestas o estresantes en el pasado. Por ejemplo, si de niño/a viviste episodios de estrés cada vez que alguien dormía a tu lado o comía ruidosamente, tu cerebro pudo haber aprendido a “etiquetar” esos sonidos como peligrosos. Con el tiempo, basta el sonido en sí para desencadenar la reacción aprendida, aunque ya no exista el motivo inicial.
Rasgos de personalidad: Muchas personas con misofonía muestran rasgos obsesivos o perfeccionistas. Probablemente eres una persona especialmente cuidadosa y considerada con los demás; valoras el orden y la armonía en tu entorno. Cuando algo rompe esa armonía (un ruido que no encaja), tu sistema nervioso reacciona como si fuera un desorden grave. Este perfil de alta sensibilidad al entorno puede intensificar la respuesta misofónica. No se trata de que “hagas todo mal”, sino de que tu carácter empático y detallista tiene también un alto nivel de alerta ante las irregularidades, “un ojo al detalle y a lo que significa consideración, y adecuación y respeto, o todo lo contrario”
En resumen, la misofonía es un fenómeno complejo: parte de nosotros está hiperactivo ante ciertos estímulos auditivos, y parte responde con emociones potentes debido a aprendizajes y temperamento. Entender estas causas ayuda a sacarle el peso de tu conciencia: no eres responsable de tener esta reacción, sino que tu sistema nervioso está respondiendo a un patrón aprendido y biológico.

Experiencias de personas con misofonía y TRATAMIENTO
Vivir con misofonía cambia la experiencia diaria. Muchos pacientes comparten sensaciones comunes al enfrentarse a un ruido detonante:
Deseo de huir: Al activarse ese sonido, a veces tendrás la necesidad de huir. Es como si todo tu cuerpo te estuviera gritando que busques otro lugar. Imagina que estás cenando y de repente escuchas a alguien respirando fuerte al fondo. ¡Esa simple respiración puede hacer que quieras levantarte y salir corriendo de la habitación! Esto no significa que seas cobarde; es una respuesta instintiva. Como apuntan expertos, es normal sentir “la necesidad de parar ese sonido o huir”. Ese impulso de escapar, aunque a veces te avergüence, es simplemente tu mecanismo de defensa intentando protegerte del malestar.
Controlando la situación: Otra experiencia común es buscar recuperar el control del entorno. Quizá te habrás visto queriendo repetir el sonido para sentir que tienes el control. Por extraño que parezca, algunas personas paladean el mismo sonido (por ejemplo, mordiendo o enjugando saliva, o masticando de forma “exagerada”) para comprobar que “no pasa nada”. Lo hacen inconscientemente para convencerse de que pueden manejar la situación. No es porque disfruten del sonido; es una forma de intentar desactivar la amenaza. En esa intensidad de emociones, es fácil sentirse confundido o culpable. Pero recuerda: no estás exagerando ni eres raro. Incluso hay quien comenta: “Preferiría quedarme sordo antes que seguir viviendo esto”, porque así de agobiante puede ser el día a día.
Tu personalidad ante la misofonía: Es importante subrayar que estos síntomas no definen quién eres como persona. De hecho, muchas veces son señales de tu sensibilidad. Probablemente eres una persona especialmente cuidadosa y considerada con los demás, como hemos mencionado. A veces esa atención al detalle y la empatía hacen que te lastime más escuchar a los demás hablando o riendo si eso viene acompañado de sonidos molestos. No eres responsable del ruido ni de la reacción; eres simplemente alguien muy atento a su entorno.
En la práctica, estas experiencias personales se traducen en desafíos reales: evitas comer con amigos por temor al sonido, te sientes atrapado/a en casa por el simple zumbido de la nevera, o peleas por dentro con la injusticia de que “ningún sonido debería provocarme esto”.
Todo esto es comprensible: la misofonía puede hacer que incluso tus espacios más íntimos parezcan una “cárcel sonora”. Pero no estás solo/a en esto, y conocer estas experiencias te ayuda a validar tus emociones en lugar de reprimirlas.
Esperanza y manejo
Que sientas estas reacciones no es el final de la historia.
Existen herramientas internas y enfoques terapéuticos que pueden ayudarte a manejar la misofonía. La clave es trabajar desde dentro hacia afuera, en lugar de buscar soluciones externas (tapones, auriculares, ruido blanco, esperanza en que lxs demás cambien) que solo evitan temporalmente el problema. Aquí algunos principios y estrategias:
Reconocer la respuesta corporal: El primer paso es darte permiso para sentir sin juzgarte. Observa que tu cuerpo se tensa y tu mente te grita “¡huye!”. Respira hondo y date cuenta de que esta reacción extrema se activa por un sonido cotidiano. Identificar esa reacción como automática (no algo que eliges conscientemente) ayuda a bajarle intensidad a la culpa. En terapia hablamos de la ventana de tolerancia: es el rango en el que tu sistema nervioso se siente tranquilo y puedes manejar las emociones. Trabajarás para ampliar esa ventana, es decir, que cada vez necesites estímulos mayores para salirte de ella, en lugar de “salirte” ante cualquier sonido leve.
Regular el sistema nervioso: En el momento en que suene el sonido desencadenante, hay técnicas internas que pueden calmarte. Por ejemplo, hacer una respiración profunda desde el abdomen o enfocarte en un objeto visual ajeno al ruido puede ayudar a reducir la activación instantánea. No se trata de “anular” la emoción negativa, esas emociones van a estar al principio, sino de que no te desborden. El objetivo de nuestro tratamiento no es eliminar los sonidos, sino “entrenar tu cuerpo y mente para que reaccionen con menor intensidad y más control”. Practicar relajación progresiva o ejercicios de “enfriar” el cuerpo (por ejemplo, apretar y soltar el puño varias veces) puede reducir la tensión física. También puedes aprender acerca del entrenamiento de la atención . Estas herramientas te permiten permanecer en la situación sin que el cuerpo te “ordene” huir inmediatamente.
Reencuadrar tus pensamientos: Parar a pensar conscientemente en lo que ocurre te ayuda a retomar el control. Cuestiona la idea automática de que “este sonido es insoportable” o “no lo vas a soportar”. Recuérdate que, aunque duele, el sonido en sí es neutro: no provoca daño físico. A veces es útil hablarte con amabilidad: “Mi sistema nervioso está hiperreaccionando”. Es la típica reacción de estrés que todos llevamos por dentro; saber que es una respuesta aprensiva y no un castigo te ayuda a distanciarte de ella. Puedes imaginar que observas el sonido desde fuera, sin pelearte con él mentalmente.
Exposición gradual con apoyo (como último paso): Con confianza, herramientas y, preferiblemente, con guía profesional, practicar acercarte poco a poco a los sonidos. Esto no significa forzarte sin herramientas, sino “afrontar” los sonidos en un ambiente controlado donde te sientas segurx, y aplicando las herramientas necesarias para que el malestar no escale. Este proceso debe hacerse con paciencia y, mejor aún, con estrategias de regulación simultáneas. No se trata de aislarse del mundo; al contrario, el enfoque es que tu cuerpo deje de percibir el sonido como una amenaza inminente.
En definitiva, el mensaje principal es de esperanza: la misofonía puede aprenderse a gestionar. No tienes que resignarte a vivir huyendo. Con práctica y tiempo, puedes enseñarle a tu cuerpo que este sonido concreto no es peligroso.
Lo importante es “re-entrenar” al sistema nervioso, no evadirlo. Con esfuerzo interno constante, autoconocimiento, compasión hacia ti mismx y técnicas de regulación, es posible que esos detonantes pierdan fuerza con los meses. Tu experiencia puede cambiar.
No estás solo/a, sigue aprendiendo.
Quiero que sepas que tu vivencia es válida y que la superación es posible.
En nuestra práctica clínica e investigaciones, comprobamos que con comprensión y las herramientas adecuadas, la misofonía deja de condicionar la vida.
Si este artículo te ha resonado, te invito a seguir explorando nuestro blog y REDES SOCIALES. Por ejemplo, puedes leer “¿Cómo explicar la misofonía a tu entorno?” o “Tratamiento para la misofonía con psicólogas especializadas” para profundizar en consejos y experiencias de otros en tu misma situación.
También te animo a que mantengas el contacto: aquí escribo desde la experiencia de haber acompañado a muchas personas con lo mismo que tú sufres, y mi objetivo es que sientas que te comprenden y apoyan.
No dejes que el miedo al sonido dicte tu vida. Con tiempo y cuidado, volverás a decidir tú cuándo y dónde escuchar, sin que la misofonía te controle.
¡Y si tienes cualquier duda, CONTACTA, estaremos encantadas de ayudarte!
